El Cardenal Joseph Ratzinger, hoy S.S. Benedicto
XVI, expresó una idea digna de reflexión: "La fe es el verdadero tesoro de la
Iglesia." en 2001.
Muchas veces pensamos en los grandísimos tesoros que
tenemos en la Iglesia, y nos olvidamos de la fe. Damos por hecho que creemos,
pero vemos que nuestra fe es débil y superficial. Recibimos el bautismo y vemos hoy nuestra incorporación a la Iglesia como
un documento oficial en el que se certifica que estamos bautizados. Nada
más.
¿Somos conscientes de que la fe es el verdadero tesoro de la Iglesia?
Si no
hemos vivido y alimentado nuestra fe en el día a día de nuestra vida, podremos
comprobar cómo esa fe incipiente se va debilitando y agostando, cuando no
tergiversando y torciendo. Existe el riesgo de convertir nuestra vida de fe en
un inmenso espectáculo en el que se suceden escenas en nuestra cabeza que todos
conocemos de la vida de Jesús, de la Virgen, de la Historia de la Iglesia, con
las que incluso nos sentimos unidos de alguna forma, pero que no han calado en
nuestra existencia.
Seguimos siendo meros
espectadores y no hemos dado el paso para convertirnos en protagonistas de nuestra vida de santidad. Por
la fe no sólo tenemos que contemplar a Jesús, sino injertarnos en Él para vivir como Él y amarlo
infinitamente. Por la fe podemos vivir el amor
de la Madre que nos protege y nos abraza. Y por la fe podemos sentirnos
hijos de Dios y experimentarlo en la
comunidad que nos acoge y alimenta que es la Iglesia.
Pero todo esto
lo damos por supuesto o, simplemente, lo
ignoramos. La fe puede movernos a lo más alto, pero solemos quedarnos en la
mediocridad. Quizás esto ocurra porque no prestamos atención suficiente a lo esencial de nuestra fe:
- La fe es don que se nos da, pero al que tenemos
que dar una respuesta, dado que Dios
respeta nuestra libertad: ¿damos esa respuesta con nuestra vida, o sólo con
nuestros labios?
- Fides ex auditu
(Rm 10, 17), la fe que nace de lo oído, de la
predicación: ¿hemos estado atentos a la predicación que hemos recibido, o
nos hemos limitado a poner una barrera en nuestro corazón en función de que me
guste más o menos el predicador que me la transmite, o de la belleza de sus
palabras?
- El objeto de nuestra fe como
hecho histórico, no como hecho atemporal: ¿somos conscientes de que
nuestra fe está encarnada en la Historia, mostrada a nosotros por hechos
históricos para nuestro bien? Jesús vivió, murió y resucitó, todos ellos hechos
comprobables por los que vivieron junto a Él. ¿Nos dice algo especial esto para
nuestra vida?
Podemos afirmar sin duda, guiados de la mano de nuestro
Papa, en este año 2012 que nos ha convocado a un año de la fe, que la fe es el verdadero tesoro de la Iglesia, fundamento de todo nuestro
existir y que, como cimiento que es, deberíamos construir con firmeza y cuidar
con esmero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario