La fe es el verdadero tesoro de la Iglesia.
Muchas veces pensamos en los grandísimos tesoros que tenemos en la Iglesia, y nos olvidamos de la fe. Damos por hecho que creemos, pero vemos que nuestra fe es débil y superficial. Recibimos el bautismo y vemos hoy nuestra incorporación a la Iglesia como un documento oficial en el que se certifica que estamos bautizados. Nada más.
¿Somos conscientes de que la fe es el verdadero tesoro de la Iglesia?
Si no hemos vivido y alimentado nuestra fe en el día a día de nuestra vida, podremos comprobar cómo esa fe incipiente se va debilitando y agostando, cuando no tergiversando y torciendo. Existe el riesgo de convertir nuestra vida de fe en un inmenso espectáculo en el que se suceden escenas en nuestra cabeza que todos conocemos de la vida de Jesús, de la Virgen, de la Historia de la Iglesia, con las que incluso nos sentimos unidos de alguna forma, pero que no han calado en nuestra existencia.
Seguimos siendo meros espectadores y no hemos dado el paso para convertirnos en protagonistas de nuestra vida de santidad. Por la fe no sólo tenemos que contemplar a Jesús, sino injertarnos en Él para vivir como Él y amarlo infinitamente. Por la fe podemos vivir el amor de la Madre que nos protege y nos abraza. Y por la fe podemos sentirnos hijos de Dios y experimentarlo en la comunidad que nos acoge y alimenta que es la Iglesia.
Pero todo esto lo damos por supuesto o, simplemente, lo ignoramos. La fe puede movernos a lo más alto, pero solemos quedarnos en la mediocridad. Quizás esto ocurra porque no prestamos atención suficiente a lo esencial de nuestra fe:
- La fe es don que se nos da, pero al que tenemos que dar una respuesta, dado que Dios respeta nuestra libertad: ¿damos esa respuesta con nuestra vida, o sólo con nuestros labios?
- Fides ex auditu (Rm 10, 17), la fe que nace de lo oído, de la predicación: ¿hemos estado atentos a la predicación que hemos recibido, o nos hemos limitado a poner una barrera en nuestro corazón en función de que me guste más o menos el predicador que me la transmite, o de la belleza de sus palabras?
- El objeto de nuestra fe como hecho histórico, no como hecho atemporal: ¿somos conscientes de que nuestra fe está encarnada en la Historia, mostrada a nosotros por hechos históricos para nuestro bien? Jesús vivió, murió y resucitó, todos ellos hechos comprobables por los que vivieron junto a Él. ¿Nos dice algo especial esto para nuestra vida?
Podemos afirmar sin duda, guiados de la mano de nuestro Papa, en este año 2012 que nos ha convocado a un año de la fe, que la fe es el verdadero tesoro de la Iglesia, fundamento de todo nuestro existir y que, como cimiento que es, deberíamos construir con firmeza y cuidar con esmero.
SAGRARIO. ENCUENTRO QUE DA VIDA ETERNA.
El amor de Jesús se proyecta desde el sagrario sobre todos los que vienen con fe a visitarlo. Su amor es como un soplo de brisa fresca en las horas de intenso calor, como un rayo de luz en los días fríos de invierno del alma. Del sagrario sale una luz poderosa que ilumina nuestra vida para ver el camino que debemos seguir, eliminando así las tinieblas y las dudas.
El amor de Jesús Eucaristía no tiene comparación con nada de este mundo. Podemos juntar en una caricia todos los cariños de los padres a sus hijos, todos los besos que han brotado de los labios de las madres para sus hijos a lo largo de los siglos, o todo el fuego de amor de todos los corazones amantes que han existido en la tierra. Y todo ello no será ni una sombra de todo lo que nos ama Jesús. Jesús, en el sagrario, tiene un corazón que palpita de amor por nosotros, tiene ojos que nos miran con amor y tiene oídos para oír nuestras súplicas. ¡No lo dejemos abandonado! ¡No nos perdamos tantas bendiciones que tiene reservadas para nosotros!
Cuando entres a una iglesia y veas la luz parpadeante de la lámpara, piensa que allí está Jesús, tu Dios, esperándote. En la hostia santa está el milagro más grande del mundo, un milagro que la mente humana no puede comprender, porque es un milagro de amor. Él te sigue esperando desde hace dos mil años, escondido en la hostia, pequeño, invisible, pero el mismo Jesús de Nazaret. Acércate a Él con amor y devoción como los pastores, como los magos, como lo hicieron María y José aquel día de Navidad. Después de la misa y comunión, la mejor receta que puedo darte para que soluciones tus problemas es: ¡Diez minutos de sagrario cada día!
Cuando necesites a Jesús, búscalo en el sagrario de nuestras iglesias, míralo a los ojos, ten sed de no perderlo de vista, ten sed de quedarte a sus pies, ten sed de amarlo con todo tu corazón. No te canses de amarlo día y noche. A todas horas, levanta tu mirada hacia el sagrario más cercano. Allí está tu amigo Jesús. Allí está el Amor y la Vida. Allí está la Salud y la Paz. Allí está tu Dios. ¡Cuántos secretos de amor se encierran allí! ¡Cuánta luz sale del sagrario! Jesús Eucaristía debe ser el centro de tu vida, el amigo más querido, el tesoro más preciado. En Él encontrarás la ternura de Dios.
Mira a Jesús en el sagrario y déjate amar por Él. Vete cada día a visitarlo. Allí aprenderás más que en los libros. Escucha su Palabra como la Magdalena, que estaba a los pies de Jesús. Pon en sus manos tus problemas y necesidades. Háblale de tu vida, de los tuyos, del mundo entero, pues todo le interesa. Y sentirás una paz inmensa que nada ni nadie podrá darte jamás. Él sosegará tu ánimo y te dará fuerzas para seguir viviendo. Él te dirá como a Jairo: No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5, 36).
¡Qué benditos momentos los pasados junto a Jesús Eucaristía! ¡Cómo ayudan a crecer espiritualmente! Es algo sublime que no se puede explicar. No te pierdas tantos tesoros. No digas que no tienes tiempo. Aunque sea unos momentos, no dejes de entrar, cuando pases delante de una iglesia y, si está cerrada, dirígele desde fuera unas palabras de amor. Dile que lo amas y salúdalo con una sonrisa.
En el sagrario hay vida, está la fuente de la vida, hay corrientes de vida, manantiales de vida, hogueras misteriosas de vida. Allí está Jesús, el Dios de la vida. Allí recibirás las inmensas riquezas de un Dios Omnipotente, que quiere ser tu amigo y servirse de ti para salvar a tus hermanos.
El Papa Juan Pablo II decía: Jesús Eucaristía es el corazón palpitante de la Iglesia. Por eso, ir todos los días al sagrario es como ir a un mundo de infinitas maravillas, pues te encontrarás con Jesús, el Dios Amor, el Dios de las maravillas y de las divinas sorpresas. Cada día tendrá un regalo especial para ti, aunque no te des cuenta de cuál es. Pero, sin duda alguna, cada día recibirás inmensas bendiciones, que no hubieras recibido de haber faltado a la cita con Jesús.
Marta dijo a su hermana María: El Maestro está ahí y te llama (Jn 11, 28). Sí, Jesús está esperándote todos los días y todas las noches. ¿No tendrás al menos cinco minutos cada día para ir a visitarlo? ¡Qué solo se encuentra Jesús en tantos sagrarios del mundo, donde se pasa horas y horas sin que nadie lo visite! ¡Qué pocos se dan cuenta del enorme deseo que tiene de ser visitado y amado en este Santísimo Sacramento del altar!
Por eso, aunque escasee el tiempo, aunque solo dispongas de unos minutos, no dejes de entrar cada día a visitar a Jesús. Y, si algún día no puedes, suple tu visita con amor; porque Jesús, desde el sagrario, te está preguntando como a Pedro (Jn 21, 15-17): ¿Me amas?
Cuantas más veces visites a Jesús sacramentado, más robusta estará tu alma. ¡Qué momentos tan sublimes serán los que pases delante de Jesús! La luz roja de la lámpara parpadea como si fuera un corazón que late de amor por Jesús. Ofrécele toda tu vida y tu amor y déjate bañar por sus benditos rayos de luz y de amor invisibles, pero reales.
Lo que es el sol para la vida física eso es el sol de la Eucaristía para la vida espiritual. El Papa Benedicto XVI, siendo cardenal, decía: Dios nos espera en Jesucristo, presente en el santo sacramento. ¡No le hagamos esperar en vano! No pasemos de largo... Tomémonos algún tiempo durante la semana, entremos al pasar y permanezcamos un momento ante el Señor que está tan cerca. Nuestras iglesias no deberían ser durante el día casas muertas, que están ahí vacías y, aparentemente, sin ninguna finalidad. Siempre sale de dentro de ellas una invitación de Jesucristo. Lo más hermoso de las iglesias católicas es, justamente, que en ellas siempre hay liturgia, porque en ellas siempre permanece la presencia eucarística del Señor.
El sagrario es, en una palabra, la locura de un Dios omnipotente que ha querido vivir entre los hombres con un corazón humano. Y Jesús te sigue diciendo desde el sagrario: Dame, hijo mío, tu corazón y que tus ojos hallen deleite en mis caminos (Prov 23, 26). Jesús no necesita cosas materiales, Jesús sólo busca tu cariño y tu amor. ¡Cuán consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás dominado por la tristeza? Ven un momento a echarte a sus plantas y quedarás consolado. ¿Eres despreciado del mundo? Ven aquí y hallarás un amigo, que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado? Aquí es donde vas a hallar las armas más seguras y terribles para vencer al enemigo. ¿Temes el juicio de Dios? ¿Estás oprimido por la pobreza? Ven aquí, donde hallarás a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos. ¡Cuántos, en el silencio del sagrario, han encontrado la fe perdida! ¡Cuántos han regresado a la fe católica abandonada!
Siempre suele decirse que la misa es el cielo en la tierra. En el momento de la consagración de la misa, Jesús se hace presente en el pan y en el vino con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. En ese preciso momento, el cielo viene a la tierra y todos los santos y ángeles se hacen presentes para adorar a Jesús. También se hacen presentes las almas del purgatorio, pues en cada misa se ora por ellas; y lo mismo digamos de cada hombre de la tierra, por quienes también se ora. Pero la misa no sólo abarca a los seres humanos, también llega hasta el último rincón del universo y llega a todos los hombres de todos los tiempos, pues la misa es cósmica y universal; abarca a todo lo que existe, incluidos los ángeles, presentes en cada misa.
En la misa Jesús reconcilia consigo todas las cosas, así del cielo como de la tierra (Col 1, 20). Jesús asume y ofrece consigo todo lo que existe y, con el poder del Espíritu Santo y en unión con María, lo ofrece al Padre en cada misa. Y esto lo hace, no de modo transitorio, mientras dura esta misa celebrada por un sacerdote, sino de modo permanente, porque la misa de Jesús es permanente. De ahí que, en realidad, no existe más que una sola misa: la misa de Jesús. Las demás misas, celebradas por los sacerdotes, solamente son episodios concretos o actualizaciones concretas de la gran misa que Jesús celebra permanentemente, ofreciéndose sin tregua al Padre por la salvación del mundo. Y esta salvación alcanza también a la Creación. Porque la Creación está esperando ansiosa la manifestación de los hijos de Dios..., y las criaturas serán liberadas de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios, pues sabemos que, hasta ahora, la Creación entera gime y siente dolores de parto (Rom 8, 19-20). Entonces, habrá un nuevo cielo y una nueva tierra, pues el primer cielo y la primera tierra habrán desaparecido (Ap 21, 5).
Ahora bien, Jesús celebra su misa, su única misa, en cualquier lugar donde se encuentre presente. Esto quiere decir que en cada hostia consagrada que se encuentre en el mundo, allí está presente Jesús celebrando su misa, es decir, ofreciéndose con toda la humanidad, y todos los ángeles y toda la Creación, por la salvación del mundo. Esto significa que cada hostia consagrada es como el cielo en la tierra y, de alguna manera, el centro del universo. Y cada hostia santa, cada sagrario o custodia, donde está Expuesto el Santísimo, irradia al mundo entero infinidad de bendiciones de luz, amor y alegría. Por eso, adoremos a Jesús Eucaristía y unámonos a su misa permanente, uniéndonos a Él y ofreciéndonos con Él por la salvación del mundo. Y así, al unirnos a Jesús, nos estaremos uniendo al universo entero, haciendo de nuestra vida una misa continua con Jesús y uniendo nuestro amor al de toda la Creación para gloria de Dios.
Que la misa y la comunión de cada día sea para ti el medio para hacer realidad esta unión con Jesús y con todo el universo. Y que tu vida, al ser UNA con Jesús, sea también un cielo en la tierra, derramando sobre todos los que te rodean oleadas de luz, amor y paz.
En tu sagrario, Señor, hay plenitud de vida. ¿Qué haces ahí solitario tantos días y tantas noches? ¿Esperándome? ¿Tanto me quieres? Señor, yo te amo y quiero amarte con todo mi ser. Te ofrezco mi amor, con todos los besos y flores de mi corazón.
Haz de tu vida
un cielo en la tierra
para los demás.
JESÚS SACRAMENTADO
La Eucaristía no sólo es un gran tesoro, podríamos decir que es el tesoro más grande del mundo. Mucho más importante que el oro o las piedras preciosas. Vale más que todo el universo con todas las estrellas y galaxias. Vale más que los ángeles y que todos los santos, incluida la misma Virgen María, porque la Eucaristía es Jesucristo, el Dueño, Señor y Creador de todo lo que existe.
Sin embargo, hay quienes no entienden que, al hablar de la Eucaristía, no estamos hablando de un pan bendito o de una cosa buena, sino de Alguien, de una persona, de Jesús. Por eso, quizás no lo valoran lo suficiente y su fe es demasiado pequeña para reconocerlo bajo la apariencia de un pequeño pedazo de pan.
Muchos católicos no lo aman, no le dan importancia, y para ellos Jesús Eucaristía es como si no existiera, porque no se aprovechan de su presencia cercana en este sacramento. Es lo que les pasaba a tantos judíos del tiempo de Jesús, que lo tenían muy cerca, pero no creían en Él o simplemente no se daban tiempo para ir a oír sus palabras o visitarlo.
Los pastores, de la epifanía, hicieron un largo y peligroso camino para encontrar a Jesús y quedaron felices de haberlo encontrado. Había valido la pena todo su esfuerzo; porque, al fin, lo encontraron y descubrieron que Él era su Dios. Fueron los primeros no judíos que lo reconocieron como Dios y lo adoraron. Los pastores también hicieron un esfuerzo para ir en plena noche a visitarlo, llevándole algunos regalos y no quedaron defraudados. ¿Y nosotros? ¿No valdrá la pena hacer cualquier esfuerzo para visitar a Jesús? ¿No valdrá un poco de nuestro tiempo? ¿O acaso nuestra fe es tan escasa que no creemos que verdaderamente en la hostia consagrada está el mismo Jesús de Nazaret, el mismo Jesús, que nació en Belén, murió en la cruz y resucitó?
Si supiéramos que en una isla perdida hay un gran tesoro y nos dieran la oportunidad de ir a encontrarlo con la garantía de que sería todo para nosotros, ¿no valdría la pena arriesgarse para encontrarlo y ser ricos para toda la vida? ¿Y Jesús no es el tesoro más grande del mundo? La isla del tesoro no está muy lejana, no necesitamos viajar a países lejanos y desconocidos. Jesús está muy cerca, en el sagrario de nuestras iglesias, pero hay que tener fe para verlo con los ojos del alma, con los ojos de la fe. Es hoy que optemos por jesucristo.
Jesús Eucaristía es el Rey de reyes y Señor de los señores, el Rey del universo, el Señor de la historia, el amigo de los hombres, el hijo de María, el niño de Belén, el Salvador del mundo, que se ha quedado junto a nosotros para ser nuestro compañero de camino y para que podamos acudir a Él fácilmente, cuando tengamos necesidad. Y nos sigue esperando para sanarnos, bendecirnos, alegrarnos y darnos su amor y paz. Su consultorio es el sagrario. Él es el mejor médico, siquiatra y psicólogo del mundo. Atiende gratis las 24 horas de cada día y no necesitamos sacar cita para ser recibidos por Él. Además, Él lo sabe todo y sabe cuáles son nuestros males y necesidades antes de que se las digamos. Él nos espera. ¿Hasta cuándo? ¿Somos tan ricos que no necesitamos de su amor? Dice Jesús: “Donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón” (Mt 6, 21). ¿Cuál es nuestro tesoro más importante? ¿Qué buscamos con más ansiedad y deseo en nuestra vida? ¿Es Jesús? Pues en la Eucaristía lo encontraremos. ¿Y qué tesoro podemos desear que sea mejor y más importante que el mismo Jesús?
Jesús no ha querido estar entre nosotros solamente por 33 años, sino que ha querido vivir permanentemente con nosotros. Por eso, nos prometió: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Pero ¡qué tristeza! Dios vive entre nosotros como un amigo, como un hermano, y la inmensa mayoría de la humanidad ni se entera. Ésta es la más grande ignorancia de la humanidad. Incluso entre los católicos y ortodoxos, que debemos creer en su presencia real, ¿cuántos realmente lo creen? Por ello, cada uno de nosotros debe ser un apóstol de la Eucaristía y decir a todo el mundo: Jesús está aquí y te espera. Él es tu Dios, no lo dejes abandonado.
Deberíamos ser como la lamparita del sagrario, que humilde y silenciosa, está diciendo a todos los que vienen a la iglesia: Aquí está Jesús, aquí está tu Dios. Pero ¿lo creemos de verdad? y ¿por qué no venimos más seguido a visitarlo, a adorarlo y a demostrarle nuestro amor? ¡Cuántas bendiciones nos perdemos, por ignorar que Él es la fuente de toda bendición!
Jesús Eucaristía es el Dios olvidado. Él nos espera sin cansarse día y noche y ¡qué pocos vienen a visitarlo! El mundo está en tinieblas, pero prefieren ir a los brujos y curanderos o buscar la felicidad en las cosas de la tierra en vez de buscar a Jesús, y Él sigue esperando sin cansarse. Él te está esperando también a ti con los brazos abiertos, porque quiere ser tu amigo. Ábrele las puertas de tu corazón y déjalo entrar para que te dé su amor y paz. No lo dejes abandonado, visítalo y disfrutarás de una paz inmensa que sólo Él puede darte. Recuerda que te está diciendo en el Evangelio: No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5, 36). Venid a Mí ... daré descanso para vuestras almas (Mt 11, 28).
Filipenses 1, 21 nos dice: cristo es mi vida. Deberían ser también para nosotros el lema fundamental y la aspiración constante de nuestra vida. Ahora bien, Cristo vivo y resucitado está solamente en el cielo con su cuerpo glorificado (el mismo cuerpo con el que nació en Belén y murió en la cruz) y en la Eucaristía, donde está realmente presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por tanto, nuestra vida y la de todo fiel cristiano debe estar centrada en Cristo Eucaristía. La Eucaristía debe constituir por encima de todo otro amor humano o de cualquier otro interés, el centro vital de nuestra existencia. De ahí que sea, no sólo importante, sino imprescindible para un católico, el centrar su mirada y su vida en la Eucaristía, recibiéndolo en la comunión, a ser posible, todos los días.
Y, en caso de no poder ir a la iglesia por enfermedad o motivos de fuerza mayor, deberíamos centrar la mirada en el sagrario más cercano y visitar a Jesús, adorarlo y recibirlo, al menos, en comunión espiritual.
¡Ojalá que la Eucaristía sea para nosotros el punto central de nuestra existencia! Que podamos decir como san Pablo: Cristo es mi vida (Fil 1, 21). Que no podamos vivir sin su presencia eucarística. De modo que también digamos como san Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2, 20).
Tú, que eres un ser humano, eres mi milagro.
Cuenta tus dones y talentos.
Entusiásmate con ellos. Reconócete. Encuéntrate. Acéptate. Anímate.
Y piensa que, desde este momento, puedes cambiar tu vida para bien, si te lo propones y te llenas de entusiasmo.
Y sobre todo, si te das cuenta de la felicidad que puedes conseguir con sólo desearlo.
Eres mi creación más grande. Eres mi milagro. No temas comenzar una nueva vida.
No te lamentes nunca. No te quejes. No te atormentes. No te deprimas.
¿Cómo puedes temer, si eres mi milagro?
Estás dotado de poderes desconocidos para todas las criaturas del universo.
Eres único. Nadie es igual a ti.
Sólo en ti está aceptar el camino de la felicidad y enfrentarlo, y seguir siempre adelante hasta el fin. Simplemente porque eres libre.
En ti está el poder de no atarte a las cosas. Las cosas no hacen la felicidad.
Te hice perfecto para que aprovecharas tu capacidad y no para que te destruyas con tonterías.
Te di el poder de pensar, te di el poder de amar, te di el poder de determinar, te di el poder de reír, te di el poder de imaginar, te di el poder de crear, te di el poder de planear, te di el poder de hablar, te di el poder de orar... y te situé por encima de los ángeles, cuando te di el poder de elección.
Te di el dominio de elegir tu propio destino usando tu voluntad.
¿Qué has hecho de estas tremendas fuerzas que te di? No importa.
De hoy en más, olvida tu pasado, usando sabiamente ese poder de elección.
Elige amar en lugar de odiar, elige reír en lugar de llorar, elige actuar en lugar de aplazar, elige crecer en lugar de consumirte, elige bendecir en lugar de blasfemar, elige vivir en lugar de morir.
Y aprende a sentir mi presencia en cada acto de tu vida. Crece cada día un poco más en el optimismo de la esperanza. Deja atrás los miedos y los sentimientos de derrota.
Yo estoy a tu lado siempre. Llámame, búscame, acuérdate de mi.
Vivo en ti desde siempre y siempre te estoy esperando para amarte.
Si has de venir hacia mi algún día... que sea hoy, en este momento.
Cada instante que vivas sin mi, es un instante infinito que pierdes de paz.
Trata de volverte niño, simple, inocente, generoso, dador, con capacidad de asombro y capacidad para conmoverte ante la maravilla de sentirte humano, porque puedes conocer mi amor, puedes sentir una lágrima, puedes comprender el dolor...
No te olvides que eres mi milagro.
Que te quiero feliz, con misericordia, con piedad, para que este mundo que transitas pueda acostumbrarse a reír, siempre que tú aprendas a reír.
Y si eres mi milagro, entonces usa tus dones y cambia tu medio ambiente, contagiando esperanza y optimismo sin temor, porque yo estoy a tu lado.
EL SACERDOTE
Como todos los años, una colonia de virus se ha apoderado de mi hercúlea naturaleza de forma que, faltó poco para que mi doctor me declarara: “zona de desastre”. Pero en fin, como ha venido sucediendo desde tiempos inmemoriales, los huéspedes de mi organismo no se saldrán con la suya, y espero sobrevivir a esta excitante gripa. Y a que hoy un hermano me adelanto, Dios te tenga en su eternidad, Domingo Salvador.
Lo que más me molesta de estas situaciones es dejar de cumplir mis obligaciones, pues aunque en esta época, caracterizada por su secularismo, haya quienes piensen que, si un sacerdote se enferma no pasa nada, hay otras personas que resienten en su trato con Dios la falta de la gracia que suelen recibir a través de los Sacramentos, como también de la ausencia de los consejos dados en la dirección espiritual. Esta práctica podemos compararla, en términos modernos, con una asesoría técnica en los negocios de la vida interior, como también en las relaciones familiares, y en muchos temas más.
Quizás el hombre nunca deje de asombrarse de la prodigalidad que tiene la naturaleza, y dentro de ella, la criatura humana es el ser superior sobre la tierra. Es decir, no se podrá encontrar riqueza superior a la existente en el corazón humano, donde se libran las batallas decisivas de quienes pretenden ser mejores cada día, aunque en tales luchas aparezcan desequilibrios, caídas y derrotas, junto con logros y éxitos, hasta poder conseguir, con la ayuda de Dios, la santidad a la que todos estamos llamados.
Por lo mismo la dirección espiritual resulta ser algo apasionante. Es aquí donde puede intervenir la labor de los sacerdotes, como los instrumentos en manos del escultor o del joyero, para ayudar a quitar lo que estorba, hasta que aparezca la figura deseada, pulida... hermosa.
La función del director espiritual consiste en ayudar a formar la conciencia de quienes acuden a él, de forma que cada quien esté en condiciones de tomar las riendas de su propia vida, es decir que, quien acude a un director espiritual no le traspasa la responsabilidad de sus actos, de igual manera que la cabeza de una empresa acepta o rechaza las sugerencias de sus asesores técnicos, afrontando libremente las consecuencias de sus propias decisiones.
El famoso Cardenal Newman comenta sobre este tema: “Dicen que los hombres se convierten en simples máquinas, y pierden la dignidad de la naturaleza humana cuando se guían por el consejo de otro. Y me gustaría saber lo que llegarían a ser siguiendo su propia voluntad. Yo pregunto a una persona sincera si no reconocería que, en general, el mundo sería mucho más feliz, y cada individuo también, si se dejaran llevar por el consejo de un amigo. Por cada persona que ha sido perjudicada por seguir a su director espiritual, cientos de personas se han dañado, y aun arruinado, por limitarse a su propio criterio”. Es cierto que no todo sacerdote es un buen maestro en estos temas, pero indudablemente que sí los hay. Opino que vale la pena pensar en ello.
A mis amigos de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús:
En esta noche de la Virgen de Fátima (El trece de Mayo, la Virgen María…) después de haber pasado una noche muy difícil por culpa del hipo que no me dejaba, decidí levantarme para escribir lo que me corría en la cabeza desde el principio de la noche. Es aquí donde les voy a revelar un secreto que, hasta el momento nadie sabe.
Hace varios meses, creo que fue en noviembre recién pasado, el Padre Arismendi Salinas vino a pasar un tiempo de recuperación con nosotros. Estaba muy enfermo y perdiendo la vista- Yo, pensando que podría difícilmente recuperar su salud le dije al Señor: “Señor, si es que Arismendi, tan joven y tan bien preparado, está por morir, y si te parece, yo te ofrezco mi vida para que él siga como misionero en lugar mío, que yo he prácticamente terminado mi vida.
Lo raro es que casi milagrosamente Arismendi se curó y pudo celebrar la semana santa en su parroquia de Sabanagrande.
En cambio yo, apenas el Cardenal me nombró un sucesor en el cargo de ecónomo que he tenido durante 15 años y apenas pude entregarle las cosas he caído cuando pensaba estar en perfecta salud. ¿Será eso obra de Dios? No me cuesta creerlo.
Y ahora le tocará al Padre Arismendi hacer el trabajo de los dos y como signo, pido al Padre Ricardo que le entregue el Cristo que me ha acompañado mucho tiempo y que está en mi cama debajo de mi almohada.
Queridos hermanos, quiero dejar un saludo de los más especiales y muy fraternal a mi querido hijo Ricardo, mi hijo, que estuvo conmigo en la parroquia un poco más de 15 años y a mi querido y admirado José que el Señor nos ha mandado de Panamá, estando yo párroco todavía para que formáramos un equipo fraternal para apoyar en todo lo posible a nuestro querido Cardenal. Siempre he considerado como una bendición estar en esta parroquia donde nacieron varias vocaciones sacerdotales, donde los frutos fueron abundantes.
Ahora me toca decir como el gran San Pablo: “Para mí, morir es una ganancia!” y desde mi entrada al cielo pienso presentarlos a todos a mi Padre Celestial.
Revdo. Padre: Jean Paul Peloquin (P. Juan pablo)
HOGAR Y CASA DE MI FAMILIA.
Llegar a casa, es poder ser nosotros sin formalismos ni almidones. Deseamos llegar a un hogar donde el ambiente esté cálido, la comida en la mesa y en el que alguien se alegre de nuestra presencia.
Muchos de nosotros procesamos las vivencias del día en la charla con nuestros seres queridos. Al relatar, nos escuchamos, y podemos aliviarnos y aprovechar mejor ciertas experiencias. La charla habilita un espacio de mayor comprensión de uno mismo y simultáneamente ofrece la posibilidad de brindar atención y afecto a otra persona.
El niño -o la niña- llega a casa deseoso de contar sus logros escolares o deportivos. Llega con hambre y ganas de ver su programa favorito. Si al llegar recibe un beso, un oído atento, si cuenta con alguien que se alegra por sus alegrías y se compadece de sus pesares, va cimentando su autoestima y alimenta su sentido de pertenencia. Se siente amado.
El adolescente llega a casa sobrepasado de emociones. La noche, la calle y el mundo son sus nuevos espacios y lo seducen y también le hacen pasar malos ratos. Llega cansado, desconectado de sí mismo, con sueño, en las nubes por su nueva conquista o traspasado de furia por una situación injusta o tal vez satisfecho por un logro alcanzado. Llega a casa como a un refugio, no quiere preguntas y menos reclamos, quiere paz, quiere sentirse aceptado y aprobado. Él ya tiene suficientes dudas como para escuchar los temores de sus padres.
Los adultos llegamos a casa deseando paz, planeando la comida a preparar y el uso del escaso tiempo del que disponemos. El deseo de llegar a casa es un anhelo de calor si tenemos frío, de consuelo si estamos dolidos. Es un anhelo de bienestar, de contención. Es un anhelo de hogar.
¿Cómo construimos un hogar? Porque está claro que no es suficiente una casa para que exista un hogar. Necesitamos crear un entorno personal y familiar, disponer recuerdos y adornos que tengan significado para nosotros. Hace falta generar un espacio donde nos dé gusto estar y que se irá llenando de afecto con nuestras vivencias, con los momentos gratos que allí compartimos.
Construimos hogar dándole valor a cada una de las personas con quienes convivimos, demostrando interés por su bienestar y honrando los vínculos que nos unen. Lo hacemos con pequeños actos cotidianos tales como dar un beso a quien llega, ofrecer una taza de té, poniendo una flor en la mesa, abrazando con amor, acompañando en silencio, escuchando sin juzgar, diciendo “te quiero mucho”, ocupándonos de que haya alimentos sabrosos, celebrando los cumpleaños, despidiéndonos con cariño cada noche y saludándonos con alegría cada mañana.
Antes era la mujer la encargada de todo esto, ahora se abrieron las posibilidades. Todos podemos crear hogar y mantener la llama encendida. ¿A quién no le gusta que le lleven un café o un mate a la cama? ¿o recibir un regalito sorpresa? ¿Por qué nos perderíamos de hacer algo tan simple y que da tanta satisfacción? Podemos empezar hoy.
Cada uno de nosotros puede hacer que “llegar a casa” sea una experiencia placentera y deseada. ¡Suerte!
callar y hablar
Dicen también que uno se arrepiente más de lo que dice que de lo que calla, y en general es cierto, cuando lo dicho se hace bajo presión del enojo, la ira o la desesperación, por ejemplo. En esas ocasiones, las personas tienden a decir cosas de las que después se arrepienten, sobre todo cuando ofenden a otros o les faltan al respeto. También en esos casos altamente emocionales, las personas tienden a revelar cosas que no debieron decir, como revelar confidencias.
Pero la petición de callarse y no decir cosas que pueden ser incómodas, comprometedoras o indebidas tiene y debe tener límites. Una mala interpretación de la diplomacia en las relaciones políticas es que se debe ser “políticamente correcto”, esto es no incomodar al adversario o a otros personajes del medio político. Pero no tiene tampoco que ser así.
Por ejemplo, cuando los partidarios de la muerte, esos que defienden el aborto provocado defienden sus posiciones, se supone que los defensores de la vida deben ser… prudentes, y no decir nada que los moleste o lo ponga en entredicho.
Lo mismo pasa cuando los partidarios del libertinaje sexual expresan sus dislates, no quieren que los defensores del orden en el manejo de la sexualidad hablen. Esto no es aceptable, aunque las mentes torcidas digan que es políticamente incorrecto replicar a esas personas.
Jesús fue políticamente incorrecto, en ese sentido. En lugar de evitar la confrontación con aquellos que lo atacaban y murmuraban a sus espaldas, les dijo cosas como ¡sepulcros blanqueados!
Pero dejando los temas políticos y de liderazgo aparte, en la vida diaria se presentan muchas ocasiones en que una persona se pregunta si debe decir algo o callar. Sin duda que, con las emociones bajo control, hay muchas cosas que en su momento deben decirse y no se dicen. En este sentido hay también un dicho popular: más vale una vez colorado que cien (o mil) descolorido.
Una queja, un reclamo a tiempo, por ejemplo, evitan problemas posteriores. Igual una llamada de atención a quien mal se porta, en el sentido que sea; no debe callarse. A veces pensamos que, para no molestar –o hasta enfurecer– a alguien, es mejor dejar las cosas para una mejor ocasión, la cual normalmente no vuelve a presentarse.
Una opinión diferente de la que se expresa en una conversación, en una reunión de trabajo o de familia, puede parecer incómoda para otros, y la gente se la guarda, a sabiendas de que tiene razón y que su parecer es mejor o evita problemas posteriores, sobre todo al discutir acciones a tomar.
Lo mismo pasa cuando se desea hacer una pregunta difícil, incómoda, pero cuya respuesta nos es importante. La persona calla, por temor, debilidad o errónea prudencia, y puede sufrir luego las consecuencias de no haber conocido la respuesta. Se pierde también la oportunidad quizá de tener ya no una respuesta mala, penosa, sino al contrario, reconfortante, tranquilizadora.
Cuando hacemos esto no hay duda que en muchas ocasiones, ya a destiempo, pensamos que debimos haber dicho lo que callamos. Demasiado tarde. Podemos llegar al extremo de dolernos de no haber dicho algo importante a quien ya está muerto o alejado por siempre.
Debemos reflexionar sobre la conveniencia de que, en muchas ocasiones, hay que olvidarnos del principio de lo políticamente correcto, y ser política, o familiar o amistosamente incorrectos. A veces se debe confrontar a otros en temas o decisiones importantes o hasta trascendentales, pero resulta que “no me gustan las discusiones”. Callar entonces es un error, tanto si resulta luego que teníamos la razón o no.
Cuántas veces, por no haber dicho perdón, lo siento, en el momento adecuado, las personas se arrepienten de haberlo dejado pasar. En estos casos, la soberbia (ese amor propio mal entendido y exagerado) nos impide decir a quien hemos dañado, material o afectivamente, que reconocemos el error y estamos arrepentidos.
Así, cuando pensemos que es el momento de decir o preguntar algo importante, que pueda afectar desde asuntos nimios pero útiles hasta vitales, debemos hablar. Claro que no debe alguien dejarse llevar por un arrebato temperamental, sobre todo cuando bajo sus efectos se lastima a otros, pero sí se debe hablar cuando es el momento, y la posibilidad de arrepentirse de haberlo dicho será muy relativa.
“Sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y retirarse a tiempo” escribió Renato Leduc. Pues bien, igualmente es válido “a tiempo hablar y callarse a tiempo”. Y esos tiempos, hay que aprender a reconocerlos.Nos lo da la gracia de Dios.
SALU MENTAL
Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Sí insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente "revolcándote" en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.
El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, especial cuando destruyen nuestro hoy y anulan nuestro mañana.
Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente, para Cristianamente Afianzar la esperanza, osea la Vida eterna.
El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú. Suelta el resentimiento. El prender "tu televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte mentalmente, envenenarte, y amargarte.
La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron?... esa preguntad de le porqué?.... preguntate mejor hoy para qué es mi vida?
Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.
Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver.... Ahora eres mejor en Cristo, nada de ir encontra de laa evolucion... tu y yo somos mejores en acciones, palabras . Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático... Dios creó y sigue trabajando... Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.
Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir... solo Dios. porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo.. del mundo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.
Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad.
Esa es la vida!
Temor aqué... NO TEMAS 365 VECES.
¿Sabes cuál es el mandato que se repite con más frecuencia en la Sagrada Escritura?. Si no lo imaginas, te lo diremos. El mandato que se repite con más frecuencia en la Sagrada Escritura es: ¡No temas! ¡No tengas miedo! Se fuerte y valiente. Puedes confiar en mí. ¡No temas! Son nada menos que 365 versículos en los que el Señor nos dice: “No temas”
Pero ¿Por qué el Señor Dios nos manda con más frecuencia que cualquier otra cosa, que dejemos de temer? Seguramente es porque el temor es la primera razón por la que nos sentimos tentados a evitar lo que Él nos pide, y lo que Él nos pide es que seamos felices en el amor, que nos amemos a nosotros mismos y a cada ser humano, como Él nos ama.
¿Sabías que el miedo es lo que produce el odio? Tenemos miedo a amar como Dios nos ama; miedo a perdonar, miedo a tomar en serio y con responsabilidad la vida. Tienes miedo a equivocarte, miedo a terminar lo que empezaste, miedo a pedir trabajo, miedo a comenzar un negocio, miedo al cambio, miedo a que se muera el ser más querido, miedo a enfermarte, miedo al dolor, miedo a la muerte, miedo a quedarte sólo, sola, miedo a que seas rechazado, rechazada por tu forma de ser o por tu físico. ¡Miedo, miedo, miedo! Y si el miedo lo dejas anidar en tu corazón, seguro que te odiarás y odiarás a todo el mundo y jamás serás feliz.
La gente se muere de miedo y lo manifiesta de muchas maneras. Por ejemplo: una persona que es agresiva, irónica, déspota, soberbia, tiene miedo. Una persona de esas muy estrictas, tiene miedo. Quienes no pueden mantenerse en fidelidad tienen miedo. Los avaros tienen miedo, los rencorosos y egoístas tienen miedo. Quienes se enojan fácilmente, tienen miedo. Quienes se aferran a su programación cerrada tienen miedo. Quienes fuman o toman droga o vino, se fugan porque tienen miedo. Quienes mendigan amor, tienen miedo.
por ello necesitaremos dejar que los 365 versículos que en la Biblia incluyen las palabras “No temas” penetren diariamente, los 365 días del año hasta lo profundo de nuestro corazón.
Tú que escuchas y yo, sabemos perfectamente que solos, en esta vida, así, sin fe, sin experiencia del amor de Dios, sin su gracia, nos hundimos en los problemas propios de ser seres humanos contingentes, quebradizos frágiles, heridos porque muchas veces –como diremos- no queremos sanar.
La fe pues, es saber que Dios es fiel siempre y que a pesar de padecer depresión, la fe da la fortaleza que tuvo el apóstol Pablo cuando dijo: “Cuando más débil me siento, más fuerte soy.” “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Mucha gente tiene temor por no comprender, por no saber que Jesús siempre se hace presente en la tormenta. Fíjate cómo Jesús en el relato del evangelio les dice: ¡Tenga valor! ¡No teman! ¡Soy Yo!. Y el Señor en el libro del Profeta Isaías dirá: “No temas que Yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces las aguas, Yo estaré contigo. Cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. Yo soy el Señor tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador y te amo.mucha gente, cuando siente la fuerza de Dios sobre la situación conflictiva que esta viviendo y experimenta alegría, o cuando siente respiro en la depresión dice: Creo que ya la hice, creo que ya no volveré a sentir la lucha, la confrontación, pero por ejemplo, cuando esos síntomas físicos que se habían mejorado empeoran, cuando la depresión vuelve a tocar las puertas o simplemente entra sin llamar, cuando como una nube negra se presenta de nuevo el momento en que todo parece no tener sentido, cuando parece que la gracia de Dios se ha ido lejos, cuando parece que se está sólo, sola en la vida, cuando no se siente consuelo, los seres humanos tendemos a dejarnos llevar por la ansiedad, la preocupación, y el temor y abandonamos el camino comenzado volviendo a vivir superficialmente, negativamente, frustrantemente.
La razón por la que el Señor Dios nos dice con tanta frecuencia: “No temas” es porque el temor nos hunde con más rapidez que cualquier otra cosa, además de que nos impide superarnos en todos los aspectos de la vida.
EL DUELO
NO TE RINDAS ANTE EL DUELO. I
Quiero comenzar este mensaje diciéndote que un duelo es la reacción psicológica ante una pérdida de algo o de alguien. Se trata del impacto producido en las emociones, pensamientos, hábitos, conductas de relación con los demás, etc.
La intensidad, duración y características del duelo dependen de la pérdida acontecida en la realidad y de la actitud que se tenga ante ella. Así y todo, lo fundamental es lo que representa esa pérdida para esa persona en particular, y cómo entra a formar parte de la serie de pérdidas que toda vida acarrea. Porque lo que nos marca no es lo que la vida hace con nosotros, sino lo que cada uno hace con lo que se va presentando en este peregrinar aquí en este mundo. Es decir, la clave no reside en los acontecimientos, sino en cómo nos los tomamos, la manera en que los significamos, qué movilizan desde el inconsciente, el modo en que los afrontamos o los tapamos.
Hoy será bueno que te cuestiones, que te preguntes: ¿Cómo te ha herido la pérdida? ¿Qué estás haciendo con la herida? ¿La observas, la admites, te cuestionas a partir de ella, la cuidas, aplicas alcohol espiritual como el perdón, y las gasas de amor incondicional hacia ti mismo, hacia ti misma, hacia quien terminó su misión aquí en la tierra? y después dejas esa herida al aire del Espíritu Santo para que vaya cicatrizando verdaderamente? ¿O haces como si no estuvieras herido ante ti mismo, ante ti misma y ante los demás, no dejándote sentir ni compartir el dolor, la rabia y otras experiencias sanas y necesarias, aunque duras... y barres la herida bajo la alfombra de una actitud cerrada y negativa, donde se pudrirá pero no desaparecerá ni curará? ¿O te quedas adherido, adherida a la herida, y pasa tiempo y tiempo pero sigues prendido, prendida a la herida sin poder mirar ni más allá ni más acá de ti mismo, de ti misma, haciendo girar la vida en torno a la herida sin permitir que cicatrice?
Porque ¿sabes? escapar de lo que te duele o aferrarte al dolor conduce al sufrimiento. Así, lo que podía haber sido un duelo sano y necesario para crecer, se torna en trastornos de ansiedad, miedos, fobias, depresión, aislamiento, angustia, dificultades sociales, y en algunos casos de locura.,etc.
Pero antes que continuemos, será bueno que distingas algunos tipos de pérdidas: En las etapas del crecimiento está la pérdida de la niñez para ganar la adolescencia, pérdida de la adolescencia para entrar en la adultez. Pérdida del país y en el caso de los emigrantes, pérdida de las tradiciones culturales. Pérdida de bienes materiales, del trabajo, de estatus, de roles sociales... Pérdidas de vínculos afectivos como amistades, pareja, familia. Pérdida de la salud de uno mismo o de un ser querido enfermedades, deterioros físicos, amputaciones, estados terminales. Pérdidas de facultades. Pérdidas de proyectos e ilusiones. Muerte de un ser querido.
Por dolorosas que puedan ser, las pérdidas nos colocan en un duelo cuya elaboración representa un paso de gigante en el crecimiento personal si se tiene buena actitud. Necesitas saber perder, saber dolerse, porque saber dejar ir, será abrirte a ganar, y recuperar la alegría de vivir.
Aquí nos referimos al duelo por la pérdida (abandono, separación o muerte) de una persona amada. Lo que duele no es sólo separarse, sino más bien aferrarse más intensamente que nunca a lo que representa quien perdimos. Así, el dolor no se debe tanto a la ausencia del ser amado, sino a tenerlo demasiado presente, más presente que nunca, amándolo más intensamente ahora que lo sabemos irremediablemente perdido. El dolor, más que dolor de pérdida, es dolor por estrechamiento de los lazos con lo que representa el ausente. Duele la presencia (u omnipresencia) viviente del ausente en mí.
El duelo sano es un trabajo a realizar: no perdemos a alguien cuando muere o se va, sino que lo perdemos solamente después de un prolongado y necesario periodo de elaboración. El duelo patológico acaece cuando no hacemos esa elaboración, cuando no dejamos ir a quien desapareció y a lo que desapareció con él, cuando nos anquilosamos agarrados a lo perdido, cuando fijamos la vista psíquica en lo que se fue y no podemos apartar la vista hacia otros seres, lugares, actividades, ilusiones... En el duelo patológico una acaba perdiéndose y desvaneciéndose de sí mismo en lo que ha perdido, queda identificado y fundido a lo perdido; en el duelo sano uno puede empezar así, pero acaba reconquistándose a sí mismo y a otros.
En el inicio del duelo uno está firmemente apoyado en el ausente: uno está en el que no está. La elaboración del duelo consiste en avanzar paulatinamente hacia el apoyo en quien está: uno mismo. Hacer el duelo no es olvidar a quien se fue, sino traer primero el recuerdo minucioso del ausente y de las vivencias presentes, es decir, recorrer la herida abierta. Esto posibilita ir soltando la manera torturante de recordar y de asir lo ido, para progresar hacia la cicatrización de la herida: entonces, recordar no atormenta, y lo ido ha sido desasido.
Con esa persona que has perdido, de pronto, pierdes la imagen de ti que te permitía amar. Hoy te falta aquel, aquella a quien le dabas lo que te falta. Te falta quien te daba lo que le faltaba. Somos seres en falta es decir, carentes desde que nacemos, por eso amamos, deseamos y hacemos. Y cuando nos falta la persona amada, acontece un tiempo con principio y final en que la falta parece invadir nuestro ser conmoviendo sus cimientos e inmovilizándolo. Es diferente vivir en falta porque el ser humano es así: Dios nos hizo para amar y recibir amor, es la tarea de vida de todos, durante toda la vida, pero lo que no será bueno para ti, hoy ahora que pasas por esto, vivir engullido, engullida, aislado, aislada únicamente por la falta del ausente, pues hablando por fe, Tu centro real no era esa persona sino Dios. Dios es el verdadero amor que puede saciar de verdad tu corazón, tus entrañas, tu vida, todo.
SALIR DE LA DESESPERACIÓN .
Es probable que te encuentres en una situación desesperante con tu esposo u esposa, puede ser que sea con tus hijos o cualquier otra relación, como puede ser un problema financiero o laboral. Otros pueden estar desesperados porque necesitan tomar una decisión y no hallan que hacer, están cansados de luchar, de intentar, lo han hecho todo, oraciones, ofrendas, Misas, van a la iglesia, sirven a Dios pero nada que salen del pozo y sienten que cada día como que se hunden mas. La verdad que estar en el pozo no es bueno, allí solo se respira angustia, miedo y muerte.
Salir del pozo requiere paciencia y esperar en Dios, Confianza en Dios. Recuerde las palabras del Salmista: Salmo 40:1-3:
“En Yahveh puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies sobre la roca, consolidó mis pasos. Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en Yahveh tendrán confianza.”
Salir del pozo requiere que te conviertas en protagonista y dejes de ser victima. Tú has sido llamado a ser el protagonista de tu vida, el protagonista espera en Dios pacientemente antes de actuar, el protagonista ve la vida con optimismo y se convierte en el gerente de su vida.
Hay un cuento de la tradición judía que nos ilustra si somos ¿Protagonistas o Víctimas?
“Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal rebuznó por horas mientras el campesino trataba de buscar la forma de ayudarle pero finalmente decidió que el burro ya estaba viejo y el pozo necesitaba ser tapado con urgencia, así que echando tierra podría solucionar los dos problemas a la vez. Con ese fin pidió ayuda a sus vecinos.
Cada uno tomó una pala y empezaron a echar tierra al interior del pozo. El burro al notar lo que se le venía encima empezó a rebuznar con más fuerza pero después de un rato se aquietó. La gente no lo veía y pensaba que habría quedado enterrado pero lo que realmente sucedía era que el burro estaba ocupándose de sacudirse la tierra que le arrojaban con cada palada.
Al poco tiempo, para sorpresa de todos, empezaron a verse las orejas del asno que, apoyándose en la tierra que se sacudía y caía al suelo, estaba logrando elevarse. Cuando llegó a la altura de la boca del pozo, dando un salto, salió corriendo alegremente dejando boquiabiertos a sus supuestos enterradores.”
Hay algunas cosas que podemos aprender, en algunos momentos de nuestra vida, podemos tener la sensación de que hemos caído en un pozo muy profundo. Todas nuestras expectativas por el suelo, los momentos que vivimos son de mucha tensión, no vemos la luz del sol brillar, todo parece oscuridad y en vez de recibir ayuda lo que recibo de la gente que me rodea es juicio, critica, rechazo y oposición, todos quieren enterrarme vivo o viva.
Podemos aprender de este burro, que a pesar de todos los problemas que se le venían encima al rato se aquieto y comenzó a elegir lo que le convenía hacer. No se dejó llevar por pensamientos negativos, tampoco se enganchó en las criticas o juicios que le hicieron, no quedo pensando en el pasado, en todo lo bueno que había hecho y que ahora con eso le pagaban, no se quedo quieto preso de la tristeza y el dolor, el desengaño que se había llevado de su amo, el no adopto la posición de pobrecito yo, el dejo de ser victima de las circunstancias y asumió responsabilidad por sus miedos, controló sus emociones y no esperó a que los demás lo hicieran feliz.
El burro se convirtió en protagonista, cada vez que le echaban tierra se sacudía fuertemente hasta que pudo salir del pozo. El transformó el problema en una bendición. Podemos salir del pozo de la desesperación o del lodo cenagoso si nos convertimos en gerentes de nuestra vida. Todos deseamos correr alegremente por la vida, sin estrés, sin angustia, sin presiones, llenos de paz y gozo.
Entrega a Dios tus expectativas de que otras personas, lugares y cosas te proporcionen felicidad y plenitud duraderas. Solo Dios puede darte vida, gozo y paz. La Biblia enseña que El que pide recibe. Es inmaduro pensar que alguien o alguna cosa terrenal pueda brindarnos plenitud y felicidad duradera. Dios es la fuente de la vida; las personas y las cosas son adicionales.
Ten en cuenta que todo lo negativo que nos sucede puede ser transformado en algo positivo. Como al burro de nuestro cuento, la vida nos tira a veces, todo tipo de tierra. Si lo interpretas como un problema y te bloqueas sintiéndote víctima de la situación, esa tierra puede acabar aplastándote, pero si lo contemplas como un desafío, te ubicarás en la perspectiva de protagonista, encontrarás la forma de sacudirte esa tierra y la usarás para dar un paso hacia arriba. Así, cualquier situación se transformará en una oportunidad para lograr un nivel más elevado de conciencia.Te invito a descubrir el poder interior, que es Dios, tú puedes tener relaciones satisfactorias en la vida: amistades, familias, , solo enfócate a donde quieres llegar y no en tus miedos, espera en Dios y El pondrá en tus labios un cántico nuevo
Qué es un Cristiano Católico
Conocemos ya el mundo grecorromano, con un magnífico Imperio, pero que había degenerado tanto en todas las costumbres ciudadanas. ¿Quién lo va a transformar, creando una sociedad nueva, que influirá después decisivamente en la Historia del mundo? Lo hará ese ciudadano que en Antioquía de Siria comenzó a ser llamado “cristiano”. ¿Y qué es lo que trae ese tipo novedoso? ¿Quién es un cristiano?... A una importante Conferencia Episcopal de hoy le fue formulada esta cuestión: “Quién es y quién puede considerarse un cristiano católico” El asunto se tomó muy en serio. Se nombró una comisión especial de Obispos y teólogos, que contestó después de maduro examen: Los Hechos de los Apóstoles dicen que: “...los que habían sido bautizados perseveraban: - en la enseñanza de los apóstoles - y en la unión fraterna, - en la fracción del pan - y en las oraciones” (Hechos 2,42) El que hoy hace lo mismo es un verdadero cristiano católico. ¿Puede San Pablo decirnos algo sobre esto?... ¡Demasiado, gracias a Dios! Es decir, si miramos estos cuatro puntos a la luz de las cartas de Pablo, nos encontramos con una verdadera riqueza de textos, los cuales confirman lo acertada que estuvo aquella respuesta de los sabios y prudentes Pastores. Y adivinamos los resortes usados por el “cristiano” para transformar el Imperio. Sobre la Doctrina de los Apóstoles, comienza Pablo con su propio ejemplo. Nos dicen los Hechos que “andaba con ellos por Jerusalén predicando con valentía en el Nombre del Señor” (Hch 9,28). Y añade Pablo por su cuenta que recibió de los apóstoles tradiciones como las de la Resurrección y la Eucaristía: “Yo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí” (1Co 15,3) “Porque recibí del Señor lo que yo les transmití a ustedes” (1Co 11,21) ¿Por qué este empeño de Pablo en reafirmarse en lo que recibió del Señor, unas cosas por revelación, y todas por medio de los apóstoles?... Predica Pablo en todas partes, y ante las dudas que suscita entre los judaizantes, quiere asegurarse de que está en la verdad, y confiesa humildemente de sí mismo: Al cabo de catorce años expuse de nuevo en privado a Pedro, Santiago y Juan el Evangelio que proclamo, para ver si estaba correcto o equivocado. Y ellos me tendieron la mano en señal de aprobación y me encomendaron que siguiera predicando igual (Gal 1,9) Cuando emprendió su segunda misión, siguen diciendo los Hechos, “al ir pasando por las ciudades iba entregando, para que las observasen, las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros de Jerusalén” (Hch 16,4) Nos bastan estos datos para ver en Pablo un modelo intachable de fidelidad a la doctrina de los apóstoles del Señor. Ahora tiene autoridad para pedir, imponer y exigir lo mismo que él hace y predica. No tolera la doctrina de los judaizantes y de los iluminados que empezaban a sembrar la confusión por la Galacia y por toda el Asia Menor. Y sus expresiones son terribles: ¿Por qué se pasan a otro evangelio, con el que esos falsos predicadores falsean o deforman el verdadero Evangelio de Cristo?. “Aunque yo mismo o un ángel del cielo les anunciara otro evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea maldito! Se lo repito: que ese tal ¡sea maldito!” (Gal 1, 8) Si esta vez truena, otras veces Pablo exhorta con cariño grande: “Manténgase firmes, mis queridos hermanos, y conserven las tradiciones de doctrina que han aprendido de nosotros, de viva voz o por carta” (2Ts 2,15) ¿Y qué va a decir Pablo sobre la caridad, del amor entre los hermanos? Aquí no le oiremos tronar, sino repetir una y otra vez, incansablemente, el mandamiento del Señor: “Ámense los unos a los otros”. Con traer el inefable capítulo trece de la primera a los de Corinto, habría más que de sobra. Pero en todas las cartas acumula los textos uno tras otro: “Nada tengo que decirles sobre el amor a los hermanos, ya que fueron instruidos por Dios sobre cómo amarse mutuamente” (1Ts 4,9). ¿Caben palabras más bellas?... “¡Colmen mi alegría, al saber que se tienen todos un mismo amor!” (Flp 2,2) “¡Ámense profundamente los unos a los otros!” (Ro 12,10) “No tengan ninguna deuda con otro, sino el amarse mutuamente” ((Rom 13,8) ¡Qué expresión tan bella esta última! Es como decir: - Vamos a pasarnos factura. Todo lo que tú me debes, todo lo que yo te debo a ti, todo lo que nos debemos los dos, es amor, amarnos mucho, amarnos siempre. ¿No podemos pagar?... Si se pasa a otro punto esencial en la vida cristiana, la Eucaristía, Pablo ofrece una página incomparable. La relación primera que se escribió sobre la Eucaristía es la de Pablo, anterior a la de los Evangelios escritos. Pablo transmite el mandato del Señor: “Hagan esto como memorial mío”. Y sigue Pablo: “Por lo mismo, coman de este Pan y beban de este Cáliz, como memorial del Señor, hasta que él vuelva” (1Co 11,23-27) Finalmente, ser cristiano exige imperiosamente la oración. ¿Ser hijos de Dios, y no hablar a Dios nuestro Padre? Es un imposible. Eso sería hacer callar - así, como suena, imponer silencio - al Espíritu Santo, el cual, no sabiendo nosotros por cuenta propia cómo orar, grita dentro de nosotros y con nosotros: ¡Padre, papá!” (Ro 8,15) Por eso Pablo insistirá: “¡Sean perseverantes en la oración!” (Ro 12,12) “Reciten juntos sin cesar salmos, himnos y cánticos inspirados; canten y alaben en su corazón al Señor, dando gracias siempre y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5,19-20) Aquellos Obispos, con solo unas palabras de los Hechos de los Apóstoles, dijeron quién es y quién no es un cristiano católico. El cristiano de los Hechos fue el que transformó el Imperio. Si hubieran acudido además a San Pablo, la respuesta en cuestión hubiese llenado varios folios. Con la gracia de Dios, nos mantenemos fieles a la doctrina de los Apóstoles guardada fielmente en la Iglesia. Nos amamos sinceramente. Ofrecemos y recibimos con fervor el Cuerpo del Señor en la Eucaristía. Y la plegaria no se cae de nuestros labios. Con estos resortes, el cristiano de los Hechos socavó el Imperio. Y el cristiano de hoy, con esos mismos resortes, actuaría decisivamente en la sociedad moderna. ¡Qué bendición la que llevamos dentro con nuestra fe cristiana y católica!...
Estas palabras nos invitan a pensar en lo necesarias que resultan esas personas que todos conocemos y que parece que nunca se cansan, que siempre están ahí, que siempre tiran hacia arriba del ambiente en el que están, que son un catalizador de todo lo positivo de quienes le rodean.
Si nos paramos a pensar, hay bastantes personas que son así, que han hecho natural en sus vidas esa estabilidad emocional y esa madurez que les hace acostumbrarse a tirar hacia arriba de los demás, pasando ellos casi inadvertidos. Sienten de vez en cuando, como todos, la tentación de dejar de hacer esa discreta y eficaz labor, se sienten a veces hartos de tener que escuchar, animar, mediar, conciliar... Sin embargo, quienes logran hacer todo eso de modo natural, y pasan a considerar ese esfuerzo como algo ordinario, son las personas que consiguen crear y mantener un ambiente de trabajo, de optimismo, de buen entendimiento entre todos. Son esos hombres o mujeres cuyo influjo muchas veces no se valora hasta el día en que faltan, y quizá entonces se ve que su papel era fundamental, que el clima positivo que había a su alrededor era fruto de que se habían acostumbrado a pensar en los demás, a no cansarse de ser paño de lágrimas de unos y otros, a decir con cariño y lealtad lo que se debía mejorar, a relajar la tensión que tantas veces se crea por simples nimiedades.
Me recuerda también aquella vieja película de Frank Capra titulada "Qué bello es vivir", en la que el protagonista está desesperado y a punto de suicidarse, y un simpático ángel le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha repercutido para el bien de muchísimas personas. Para demostrárselo, le concede el privilegio de ver lo que hubiese sucedido en la vida de algunas de ellas si él no hubiera existido y por tanto no hubiera podido ayudarlas. Gracias eso, recupera la alegría de vivir y comprende todo lo que una existencia normal puede aportar en la vida de tantísima gente.
Con más interés por los otros Todos podemos incorporar a nuestra vida esa actitud. Porque una palabra amable y conciliadora es fácil de decir, pero sin embargo, a veces nos cuesta llegar a pronunciarla. Nos detiene el cansancio, nos distraen otras preocupaciones, nos frena un sentimiento de frialdad o de indiferencia egoísta. Pasamos junto a personas a las que conocemos pero apenas las miramos a la cara y no reparamos en que sufren, y en que quizá sufren precisamente porque se sienten ignoradas o poco valoradas por nosotros. Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso, e inmediatamente algo se despertaría en ellas: una señal de atención y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia castigada en ese momento por la tristeza y el desaliento.
Muchas veces lo que impide esa buena actitud es nuestra impaciencia ante los defectos ajenos. Quizá esas personas que tanto nos impacientan tienen objetivamente esos defectos que tanto nos enfadan, pero si centramos ahí demasiado nuestra atención eso generará en nosotros una ansiedad que no ayuda nada, ni a ellas ni a nosotros, y puede acabar en algo parecido a una obsesión. Además, hay demasiadas veces en que esos defectos no son tales, sino diferentes y legítimos modos de ser. Si somos demasiado quejosos, quizá debemos ganar en fortaleza interior y esforzarnos más en ser como esas personas de las que he hablado.
GENEROSIDAD
Ya siendo sacerdote, la directora de mi escuela primaria se acercó a mí con la finalidad de ofrecerme una ayuda económica para algún estudiante que no tuviera recursos para continuar su educación. La condición fue que el beneficiado no supiera quién le estaba ayudando. Gracias a ella uno de mis feligreses pudo terminar su carrera sin saber nunca quién era su benefactora, aunque yo le pedía que rezara mucho por ella. Eso es generosidad. ¿Se necesita ser rico para ser generoso? Yo siempre he dicho que las casas de los pobres son elásticas: crecen ante la necesidad de dar hospedaje a alguien más. Y no sólo se abren las puertas a los familiares que llegan de fuera de paseo, sino a completos desconocidos que han llegado a esta ciudad a internar a un enfermo en algún hospital, o que a sido afectados por desastres naturales o accidentes . Ellos dan su casa, su pan... ¡y su corazón!. Bravo, José y María sí hubieran encontrado posada en la Noche Buena. Estuve.... necesitado y me.... dijo Jesús.
Esas campañas de ayuda a los damnificados son una maravillosa oportunidad para aprender a ser generosos. Y no sólo dando, sino también ayudando. En uno de los centros de acopio los niños del catecismo ayudaron recolectando alimentos de casa en casa y ordenando los donativos llevados por los vecinos. Ellos dieron su tiempo y su trabajo y eso vale más.Estamos aprendiendo a ser generosos si:
* Somos capaces de descubrir a una persona digna de amor detrás de la triste apariencia de un drogadicto, alcohólico o mal viviente.
¿A CUANTAS MENTIRAS TE ACOSTUMBRASTE?
Esas mentiras se alojan en tu mente, la mentira es un enemigo muy sutil que necesita ser confrontado a diario. La mentira influye en nuestro diario vivir y determina nuestro pensar, sentir y actuar. Tu puedes estar viviendo un mundo de mentiras y no saberlo. ¿Cómo es eso?
Un día alguien te dijo que eras un bueno para nada, que nunca ibas a lograr nada y lamentablemente, le creíste y no te atreves a realizar grandes cosas porque has vivido con una mentira.
Un día alguien te auguró que serías un fracaso… y lamentablemente, fracasaste y ahora ves que todo sale mal.
Un día alguien te dijo que eras bruto…y te lo creíste.
Un día alguien te trató como si fueras un animal…, le creíste y comenzaste a actuar como un animal.
Un día alguien se burló de tus sueños, te dijo que no creía que podías hacerlo y te miró como si estuvieras delirando… y lamentablemente, le creíste y te olvidaste de tus sueños.
Un día alguien definió a la vida como aguantar, luchar y sobrevivir… y lamentablemente, le creíste, no colocaste límites y ahora abusan de ti.
Un día alguien te dijo que todo lo malo que te estaba pasando era porque hay algo malo en tu vida y Dios no está contento con tu vida, y tú le creíste.
Mentiras como estas y otras mentiras que quizás comentaremos en otra oportunidad va arraigándose en tu mente. Hoy en el evangelio Jesús con su fuerza cura todo. Mira Únete al la oración a la Vida de poder (espiritual) de Cristo.
No te acostumbres o adaptarse a la mentira porque llegan a controlar toda tu vida. Quizá sin ser consciente de ello, porque la mentira es muy sutil, comenzaste a aceptar dócilmente estas limitaciones y te estas perdiendo de vivir en el paraíso.
La mentira parece ser poderosa, se dice que puede dar casi la vuelta al mundo mientras que la verdad aun esta poniéndose los zapatos, pero la verdad es que la verdad es más poderosa.
Amigo, quizás te acostumbraste a esas mentiras, ha sido tanto tiempo que permitiste que echaran raíces y te dejaste atrapar y te llenaste de limitaciones. Hoy es el mejor día para salir del mundo de las mentiras y es con la Verdad.
Y usted pregunta: ¿Cuál es la verdad que voy a vivir? Es cierto que usted quizás ha vivido muchas mentiras, pero hoy tú puedes elegir la verdad, puedes comenzar a vivir la vida maravillosa que Dios te ha dado. El pasado es historia, es cenizas, mientras que el futuro todavía no llega. Hoy estás vivo, estás lleno de posibilidades, dones, talentos, recursos que hasta ahora no habías visto por estar quejándose o lamentándose se hacen manifiestos y solo porque decidiste cambiar tus pensamientos de mentiras por los pensamientos de verdad, soy quien la Biblia y Dios dice que soy. Dios te sigue viendo como una de sus creaciones más bellas y grandes, hay un sinfín de oportunidades a tu alrededor que sólo necesitan que las veas y las aproveches. Dios no nos dio el poder de ver las cosas como son, son como las vemos. ¿Que estas viendo hoy en tu vida? ¿Que estas viendo hoy en tu hogar? ¿Que estas viendo hoy en tu trabajo? Dios te ha llamado para que seas el protagonista de tu vida. ¿Cómo quieres que sea el final de tu vida?
Hermanos, no seas vencido con la mentira, vence con la verdad. Siempre actúa en dirección contraria a cada una de las mentiras que te has creído durante años. Alégrate en la sencilla y profunda verdad de ser una creación de Dios, de ser un ganador, mas que vencedor. Sal del mundo de las mentiras y ven a vivir al mundo de la verdad a experimentar la libertad.
Señor, enséñanos a atender tu Palabra y a poner toda nuestra confianza en ti para que podamos experimentar la verdad que sólo tú puedes traer
Antes eras a si,… nos dice la segunda lectura. Mira antes , si… antes.-.. de hoy en adelante no… deja el pecado.. no te dejes arrastrar. El señor viene a que vivas en su honor, glorificándole en el triunfo.. .
"Tenemos necesidad de encontrar a Dios, y no le vamos a encontrar ni en la agitación ni en medio del ruido. Dios es amigo del silencio. ¡En medio de qué silencio crecen los árboles, las flores y la hierba! ¡Y en medio de qué silencio de mueven las estrellas, la luna y el sol! Nuestra misión ¿no es dar a Dios a los pobres de las barracas? Pero no un Dios muerto, sino al Dios vivo y amante. Cuanto más recibamos en la oración silenciosa, más podremos dar en nuestra vida activa. Tenemos necesidad de silencio para ser capaces de llegar a las almas. Lo esencial no es lo que decimos, sino lo que Dios nos dice y dice a través nuestro. Todas nuestras palabras serán vanas en tanto que no vendrán de lo más íntimo; las palabras que no transmiten la luz de Cristo, no sirven más que para aumentar las tinieblas. Nuestro progreso en la santidad depende de Dios y de nosotros mismos, de la gracia de Dios y de nuestra voluntad de ser santos. Nos hace tomar en serio el compromiso vital de llegar a la santidad. «Quiero ser santo» significa: Quiero desligarme de todo lo que no es Dios, quiero despojar mi corazón de todas las cosas creadas, quiero vivir en la pobreza y en el desprendimiento, quiero renunciar a mi voluntad, a mis inclinaciones, a mis caprichos y gustos, y hacerme el servidor dócil de la voluntad de Dios."
Animo, seamos justo, vivamos lo que somos, no lo que tenemos. Vivamos en la oportunidad de hacer realidad esta petición de Jesús, “conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Juan :8,32. "asiduo a la oracion." Rom 12, 9_12 ... " Renueven su mente para hacer su voluntad, para todo bien y perfeccion..." Rom 12, 1-2
LA BIBLIA, PALABRA ESPIRITUAL
Al estudiar la Biblia un poco mas atentamente notaremos rápidamente que si se le llama “ Padre ” a un hombre primeramente mostrando su paternidad biológica. Ejemplos de esto son:
“Honra a tu Padre y a tu madre” Lc 18,20
“Se acercaron sus servidores, le hablaron y le dijeron: «Padre mío...” 2 Rey 5,13
En la Biblia si se usa la palabra “ Padre ” en Sentido espiritual.
Tal vez alguien que no es católico diría que esta bien, que si se puede llamar “ padre ” en sentido material pero no se debería hacer en el sentido espiritual que es como se hace en el caso de los sacerdotes.
En la Biblia los Apóstoles se consideran a si mismos como “Padres” en el Sentido espiritual.
Hay algo mas que podemos compartir. La Biblia no solamente usa la palabra “Padre” en sentido fraternal, biológico y espiritual; Sino que incluso los mismos Apóstoles se consideraron como padres espirituales.
La razón bíblica por la que Pedro, Pablo y Juan se consideraban a si mismos como “Padres espirituales” la encontramos en la Biblia: “No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino más bien para amonestaros como a hijos míos queridos. Pues aunque hayáis tenido 10.000 pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, los engendré en Cristo Jesús”. 1 Cor 4,14-15
Directamente aquí San Pablo afirma que él es como un “Padre” para ellos pues fue él quien los engendró en Cristo Jesús. Es exactamente lo mismo con el sacerdote que nos hace “nacer en la fe” mediante la predicación y los sacramentos. Por eso los Apóstoles sentían el deber de cuidar de ellos como se hace entre un hijo y un padre. Al llamarle nosotros “Padre” al sacerdote y él considerarnos como sus hijos, estamos cumpliendo con la Biblia.